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Adriana Salvatierra ante el ballotage boliviano: “No creo en la Política del Mal Menor”

  • Foto del escritor: Adrián Brizuela
    Adrián Brizuela
  • hace 4 días
  • 5 Min. de lectura

El proceso electoral de 2025 en Bolivia marca el cierre de una etapa de transformación iniciada en 2005 por el MAS (Movimiento al Socialismo), liderado por Evo Morales, y que concluye tras cinco años de desencuentros con el presidente Luis Arce y un tercer sector encabezado por el senador Andrónico Rodríguez. En medio de una crisis económica agudizada por la caída de exportaciones y una inflación en ascenso, la segunda vuelta será disputada por Rodrigo Paz y Jorge “Tuto” Quiroga, dos candidatos que amenazan con revertir gran parte de los avances del masismo. La expresidenta del Senado, Adriana Salvatierra, referente del sector leal a Morales, fue protagonista de la campaña por el voto nulo, que alcanzó el 20% de los sufragios.


¿Cuál es el análisis del resultado de las elecciones de agosto?

Las elecciones deben entenderse en tres contextos: primero, la crisis económica, con una inflación prevista en 7,5% anual que ya supera el 17% y se proyecta en 27%, lo que significó una pérdida de poder adquisitivo superior al 50% y una contracción comparable a la de hace cuatro décadas; segundo, la desinstitucionalización del Estado, con un poder judicial que intervino en asuntos políticos que debieron resolverse democráticamente y permitió que Arce se apropiara del MAS mediante sentencias; y tercero, la proscripción de Evo Morales, que excluyó al mayor espacio político de la izquierda y dañó gravemente la legitimidad democrática, algo que se reflejó en los resultados del 17 de agosto.


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¿Cómo fue el proceso que terminó con la desintegración del MAS y la derrota de la izquierda?

Luis Arce fue un buen ministro de Economía cuando tenía conducción política, pero como presidente cerró los espacios de discusión interna, desestimó las observaciones de Evo Morales y prefirió resolver conflictos con fallos judiciales; la Asamblea suspendió interpelaciones por orden de un juez, la bancada oficialista se fragmentó, y la prórroga ilegal de magistrados junto a las sentencias que proscribieron a Morales vaciaron al MAS de legitimidad y capital político, lo que explica que Arce, que en 2020 ganó con más del 55%, apenas alcanzara el 1% en las encuestas cuando buscó la reelección, derivando en la derrota de la izquierda.


¿Qué representan los candidatos que llegaron a la segunda vuelta?

Rodrigo Paz, acompañado por Edman Lara, recuperó un lenguaje directo a la gente con promesas demagógicas pero efectivas en tiempos de crisis, al plantear que la pérdida del poder adquisitivo se resolvería con mayor presencia del Estado, lo que conectó porque la mayoría aún quiere al Estado como actor central; en cambio, Jorge “Tuto” Quiroga representa lo contrario, con ajuste, FMI (Fondo Monetario Internacional) y privatizaciones, aunque con margen limitado de crecimiento porque necesita disputar un electorado popular al que no llega.


Entonces Rodrigo Paz es el candidato que representa el mal menor.

Yo no creo en la política del mal menor: en la primera vuelta llamamos a votar nulo porque ninguna candidatura representaba la continuidad del proyecto que durante 14 años garantizó crecimiento, estabilidad y redistribución; se dijo que era un problema de egos porque Evo no apoyaba a Andrónico, pero él decidió apartarse y lanzar su candidatura individual, mientras nosotros intentamos mantener la unidad impulsando el voto nulo; el tiempo nos dio la razón, porque de haber existido primarias Evo probablemente las habría ganado y, de haber podido participar, también la elección, mientras que Andrónico convalidó la proscripción y una farsa electoral cuyos resultados están a la vista.


¿Cuáles son los desafíos que tiene Bolivia por delante?

Los desafíos son defender los avances en inclusión social, con millones que accedieron por primera vez a identidad, salud, educación y vivienda y con la paridad de género consolidada en la participación política; recuperar el rol del Estado en la economía, que pasó de representar el 50% de las exportaciones a menos del 20%, debilitando reservas y abriendo un mercado paralelo de divisas; impulsar una reforma judicial profunda para reemplazar normas heredadas de la dictadura y frenar una justicia funcional al poder; y avanzar en una descentralización real, ya que el modelo autonómico quedó limitado y el centralismo persiste, por lo que el reto es que la autonomía responda a la gente y no a las élites regionales.


¿Hay efecto Milei en la política boliviana?

En 2019 ya hubo un germen antisistémico con la candidatura de Chi, pero no existía el actual contexto de crisis y por eso no creció. Más tarde, la pandemia y el golpe de Estado reordenaron el escenario, y en 2020 el MAS ganó con el 55%. Después, la crisis económica y la implosión interna del MAS abrieron paso a expresiones como la de Jaime Dunn y, finalmente, la irrupción de Edman Lara como vicepresidente. Sin embargo, no creo que este fenómeno tenga una proyección a largo plazo: incluso en crisis, la gente no quiere menos Estado, lo necesita. Sabe que la salud, la educación, los bonos y las rentas sociales dependen de él. Por eso pienso que candidaturas de este tipo tendrán un alcance limitado, porque los pilares de inclusión social y la presencia del Estado en la economía siguen siendo centrales en el horizonte de nuestra sociedad.




¿Cuál es el legado que deja el proceso liderado por Evo Morales?

El legado más profundo es la inclusión social: sectores antes excluidos accedieron a derechos básicos y al consumo, democratizando la riqueza y transformando la vida cotidiana, con familias que pudieron acceder a vivienda o tecnología, mientras que la participación política de las mujeres se convirtió en un aporte histórico, al constitucionalizar la equidad y la paridad como requisitos electorales que cambiaron la composición de los órganos legislativos; en síntesis, el legado está en los derechos conquistados y en los límites que la sociedad no está dispuesta a retroceder.


¿Cuál será la estrategia del Evismo?

Nuestra estrategia es clara: defender las conquistas alcanzadas en estos años, desde la inclusión social hasta la paridad de género y la participación política de las mujeres, así como la soberanía del Estado sobre los recursos naturales y las empresas estratégicas. Frente a conceptos vacíos como el “capitalismo popular”, reafirmamos que solo un Estado presente en sectores estratégicos puede garantizar estabilidad, redistribución y democratización de la riqueza.


¿Cómo te ves vos como militante en esa próxima etapa?

He militado en este espacio desde los 16 años y entre los 25 y 30 asumí responsabilidades públicas. Hoy, con 36, mi mayor compromiso es mantener claridad histórica, coherencia y firmeza. Estoy convencida de que los militantes debemos estar siempre listos para asumir cualquier responsabilidad cuando la historia lo demande, pero siempre desde la misma convicción y el mismo lugar en la vida. La participación del Estado en la economía es la única garantía de estabilidad y redistribución, y esas serán las banderas que llevaremos a la próxima etapa.

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