Rodrigo Paz, nuevo presidente electo y el fin de una era en Bolivia.
- Adrián Brizuela
- hace 2 días
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Bolivia acaba de cerrar un capítulo y abrir otro. Con el 54,5 % de los votos, Rodrigo Paz Pereira, del Partido Demócrata Cristiano (PDC), se convirtió en el nuevo presidente del país, tras vencer a Jorge “Tuto” Quiroga (45,4 %) en la primera segunda vuelta presidencial de su historia democrática.
El Tribunal Supremo Electoral (TSE), con el 97 % de las actas computadas, declaró el resultado “irreversible”. Así, dos décadas de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS) llegaron a su fin. Fue el cierre de una época en la que Bolivia transformó su estructura social, su mapa político y hasta su identidad colectiva.
En su lugar, emerge un tiempo nuevo, más incierto, más pragmático, y donde el poder vuelve a estar repartido entre actores que, aunque se disputen el centro de la escena, cargan el peso de una sociedad distinta a la de hace veinte años.

La victoria de Rodrigo Paz
La victoria de Rodrigo Paz fue menos un relámpago que una lenta acumulación de señales. Economista de 58 años, hijo del expresidente Jaime Paz Zamora, su discurso de campaña evitó los extremos: habló de moderación, de orden, de “Capitalismo para todos”, de un Estado que acompañe sin sofocar. Esa mezcla de lenguaje técnico y promesa de reconciliación le permitió hablarle tanto al votante urbano agotado de la confrontación como a sectores populares que ya no se sienten representados por el MAS.
A su lado, el expolicía Edman Lara aportó el otro tono: el gesto popular, la palabra sin filtros, la conexión con una Bolivia que habla desde la calle y no desde los salones. Juntos encarnaron algo que la política boliviana había perdido: la idea de movimiento, de tránsito, de renovación posible.
El fin de una era
El resultado de estas elecciones es, en esencia, un acto simbólico. Evo Morales llegó al poder en 2006 prometiendo refundar Bolivia. Y lo hizo: redistribuyó la riqueza, visibilizó al campesinado, llevó la política hasta los rincones donde antes solo llegaban los caciques. Pero el tiempo también desgasta los proyectos más nobles. El MAS se volvió aparato, la épica se transformó en burocracia, y la promesa de igualdad empezó a convivir con la desconfianza y la corrupción.
La fractura entre Luis Arce y Morales terminó de romper lo que la historia no pudo: la continuidad de un ciclo político que pedía ser eterno. El MAS sale del poder, pero no de la historia. Su legado, la inclusión, la identidad indígena, la presencia popular en el Estado, ya es irreversible.

Cómo fue la votación y el discurso de Rodrigo Paz
Más del 80 % del padrón acudió a las urnas, en un clima que mezclaba expectativa y agotamiento. Al caer la noche, el presidente del TSE, Óscar Hassenteufel, confirmó lo que ya se intuía: la victoria de Paz era definitiva.
El nuevo mandatario eligió La Paz para pronunciar su discurso. No fue una arenga, sino una declaración de principios. Habló de Dios, la familia y la patria como los tres pilares de su compromiso, y agradeció “la fe, la fortaleza y la audacia” del pueblo. Dijo que Bolivia “respira vientos de cambio, vientos de renovación” y que, por primera vez en mucho tiempo, el país había ganado “a través del ejercicio democrático”.
Pidió dejar atrás los odios y las divisiones. “El problema de Bolivia no es ideológico, porque la ideología no alimenta”, afirmó. “Lo que da de comer es el derecho al trabajo, las instituciones fuertes, la seguridad jurídica y el respeto a la propiedad privada. ”Fue, en esencia, una promesa de estabilidad, una forma de decir que el nuevo tiempo no será de revoluciones, sino de reconstrucción.
En su mensaje también hubo lugar para calificar la campaña electoral de “agonía marcada por la guerra sucia” y advirtió que el país “no puede volver a construir desde el insulto o el odio”. “Los problemas de la patria se resuelven con amor”, dijo, en uno de los pasajes más citados de la noche.
Agradeció las felicitaciones de Quiroga y de mandatarios de Panamá, Paraguay, Uruguay, Ecuador y Perú, además de confirmar el contacto con Estados Unidos, que ofreció cooperación frente a la crisis energética. “Bolivia está recuperando paso a paso su lugar en el escenario internacional”, afirmó, lamentando que el país “haya sido dejado fuera de la geopolítica y la geoeconomía regional”.
En el cierre, recordó su niñez en el exilio: “Crecimos en más de diez países por la lucha de nuestra familia por la democracia”, y citó a su abuelo, Néstor Paz Galarza, quien solía decir: “Bolivia es la patria que nunca nos abandona.”Terminó con una frase que suena a programa de gobierno: “Primero la gente.”
Quién es Rodrigo Paz?
Nacido en Santiago de Compostela durante el exilio de sus padres, Paz regresó a Bolivia siendo joven. Estudió Economía y Relaciones Internacionales, fue diputado, concejal, alcalde de Tarija y senador. Su biografía política, marcada por la herencia familiar y la gestión local, se aleja del carisma clásico del caudillo boliviano: prefiere la administración a la épica, la gestión a la consigna.
BBC Mundo lo define como un “centrista pragmático”, que evita los extremos y se apoya en la idea de que los problemas de la política se resuelven como los de la economía: con orden, con cálculo y con tiempo.
Por qué ganó y el rol de Lara
La victoria de Paz tiene más de lectura social que de estrategia partidaria. Ganó porque el país buscaba un cambio sin ruptura. Porque el voto urbano y parte del voto rural ya no creían en la épica del MAS, pero tampoco confiaban en los viejos conservadores. Y porque, como explicó más de una analista, esta fue la elección del “voto del desencanto”, el que no se identifica con nadie, pero decide con frialdad quién puede gobernar.
El papel de Edman Lara fue decisivo: su conexión con los sectores populares y su retórica directa acercaron al PDC a la base masista. Pero también es una incógnita. La alianza Paz–Lara, construida sobre la diversidad, deberá demostrar ahora que puede sostenerse en el poder.
La grieta que persiste
El resultado no cierra las heridas del país: Bolivia sigue dividida. En el oriente, especialmente en Santa Cruz, parte de la élite celebra la salida del MAS como la posibilidad de “volver al país de antes”, sin entender que después de Evo Morales, Bolivia cambió para siempre. El campesinado, los pueblos originarios y las clases trabajadoras ya forman parte del Estado. La política boliviana no podrá reconstruirse sobre la exclusión, porque la inclusión ya no es una concesión: es una realidad histórica.
El resultado departamental refleja con nitidez esa polarización. Rodrigo Paz se impuso en La Paz, Cochabamba, Chuquisaca, Oruro, Potosí y Pando, consolidando una mayoría clara en el occidente y en los valles centrales del país. Su fuerza estuvo en el voto paceño —el segundo departamento más poblado y con mayor número de votantes— y en Cochabamba, donde alcanzó el 61,1 %. En cambio, Jorge “Tuto” Quiroga ganó en Santa Cruz, Beni y Tarija, los bastiones tradicionales del oriente opositor. Este reparto de votos revela una constante histórica: el occidente sigue definiendo el poder político, mientras el oriente conserva el liderazgo económico y empresarial. En esa tensión —entre la altura y la llanura, entre la memoria del cambio y el deseo de orden— se juega, una vez más, el destino de Bolivia.

Las presiones sobre el nuevo gobierno
Rodrigo Paz asume en medio de una doble presión.Por un lado, la vigilancia social, que exigirá el cumplimiento de su promesa de no tocar los derechos conquistados: la redistribución, el rol del Estado, la soberanía de los recursos. Por el otro, la necesidad de acuerdos legislativos con sectores conservadores que desconfían de su moderación y reclaman ajustes más duros.
A eso se suma el desafío interno: coexistir con Edman Lara -que es un vicepresidente con voz propia- sin equipos consolidados ni un programa de gobierno articulado. El poder, en esta nueva etapa, estará disperso: hacia afuera, entre los distintos bloques parlamentarios y los movimientos sociales, y hacia adentro, entre el presidente, el vicepresidente y los intereses regionales que sostienen la alianza.
La urgencia económica
Nada de lo anterior tendrá sentido si el nuevo gobierno no logra estabilizar la economía. Bolivia enfrenta la peor crisis en cuarenta años: inflación, falta de combustibles, caída de reservas y un mercado laboral que ya es más informal que formal. Paz prometió que el 8 de noviembre, día de su investidura, el país volverá a tener combustible disponible. Cumplirlo será su primera prueba de fuego.
El voto que lo llevó al poder fue un voto de confianza precaria, una tregua.La sociedad le dio la oportunidad de demostrar que se puede gobernar sin épica, pero con resultados.Convertir ese voto de desencanto en esperanza será, quizá, su mayor desafío.
Bolivia inicia una nueva etapa, menos ideológica y más humana. Una etapa donde gobernar será, ante todo, cumplir.
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