En elecciones anticipadas, la sociedad británica produjo un giro histórico en la política del país. La participación alcanzó el 70% y fue una de las más altas registradas, lo que denota un interés especial en elegir y cambiar la situación actual. La victoria del Partido Laborista, liderado por Keir Starmer, con el 52% de los votos, ha sido aplastante. Starmer, el nuevo primer ministro, ha prometido una transformación significativa en la dirección del país, un compromiso que resuena con una población cansada de doce años de gobierno conservador y ansiosa por encontrar nuevas soluciones a los problemas económicos y sociales que enfrenta la nación.
Keir Starmer y su esposa (elpais.com)
Keir Starmer nació en Southwark, Londres, hace 61 años. Con una sólida formación académica en derecho, egresado de la Universidad de Leeds y la Universidad de Oxford, su carrera ha sido un ascenso constante en la política británica. Starmer ha captado la atención del electorado con un mensaje de esperanza y renovación. Su compromiso con la justicia social y su habilidad para conectar con las preocupaciones de la gente común han sido el pilar de su trayectoria política. Desde su entrada en el Parlamento en 2015, ha trabajado intensamente en temas como derechos humanos, justicia criminal y reforma del sistema judicial. Ha construido su carrera sobre la base de la inclusión y el progreso, preparándose meticulosamente para asumir el liderazgo en este momento crítico para Inglaterra.
Es probable que el avance electoral del laborismo, además del agotamiento de los conservadores, se explique porque Starmer ha conducido al partido hacia posiciones más centristas, aceptadas por el votante promedio y alejándose de las posiciones más de izquierda que el Partido Laborista asumió cuando era liderado por Jeremy Corbyn entre 2015 y 2020.
Los conservadores gobernaron durante 12 años. Lo hicieron David Cameron, Theresa May, Boris Johnson, Liz Truss, quien duró solo 45 días en el cargo, y Rishi Sunak. Desde el inicio de este periodo, estos líderes se enfocaron en la macroeconomía y especialmente en el déficit fiscal. Este indicador bajó considerablemente, pero esto produjo un deterioro sustancial en la calidad de los servicios públicos, especialmente en salud y energía. Luego vino una recesión que aumentó con la pandemia y de la cual Inglaterra ha sido uno de los países más lentos de Europa en recuperarse.
A la falta de resultados económicos se pueden sumar dos factores que contribuyen a esta situación, la peor del Partido Conservador desde 1997 cuando fue ampliamente derrotado por el laborista Tony Blair. El primero es el moral y está asociado a cuando los ingleses se enteraron de las fiestas que Boris Johnson organizaba en la residencia oficial, al mismo tiempo que conminaba al confinamiento al resto de la sociedad. El segundo es también económico y corresponde a los 45 días de gestión de Truss, en los que propuso un plan que, en forma grosera o sincera, hacía recaer el costo de la crisis sobre los impuestos que pagan los más pobres y beneficiaba a los sectores más concentrados. En esas semanas, todos los indicadores se desplomaron y quedó evidenciado que los conservadores no tenían una mirada social de la economía.
Un capítulo aparte es el Brexit, el proceso de salida del Reino Unido de la Unión Europea, que ha tenido profundas implicaciones para Inglaterra, tanto a nivel interno como en sus relaciones internacionales. Para muchos, representó una afirmación de la soberanía nacional y una oportunidad para establecer nuevas relaciones comerciales y políticas independientes de la UE. Sin embargo, también ha traído consigo incertidumbre económica, tensiones políticas y divisiones sociales.
El impacto del Brexit en la economía ha sido negativo, ya que las relaciones comerciales con el bloque europeo complejidad y restricciones. Esto se traduce en dificultades para exportar e importar y también para obtener mano de obra que compense en los sectores donde se la necesita, por ejemplo, en salud. Además, los impulsores del Brexit prometían que la salida de la Unión Europea permitiría mejorar la situación migratoria, y en los hechos, esa situación, con más inmigrantes irregulares, empeoró.
Hay un dato que no debe quedar fuera del análisis del resultado de las elecciones y el triunfo de los laboristas. A pesar del apoyo de los votantes a la centro-izquierda, hay una fuerza de extrema derecha que crece, al igual que ese bloque ideológico en el resto del continente. El partido nacionalista Reform UK, liderado por Nigel Farage, logró una cantidad de votos que le permitió ingresar por primera vez al parlamento con cinco escaños. Esto añade presión al laborismo para mejorar las condiciones de vida de los ingleses. Si no lo hacen, la extrema derecha crecerá aún más.
En la actualidad, Inglaterra se encuentra en una encrucijada económica y social. La pandemia de COVID-19 ha dejado una huella profunda en la economía, con muchos negocios luchando por recuperarse y una creciente preocupación por el desempleo y la inflación. Las desigualdades sociales se han acentuado, y hay un clamor generalizado por reformas en áreas como la salud, la educación y la vivienda. El nuevo gobierno laborista se enfrenta al desafío de abordar estos problemas mientras intenta cumplir con sus promesas de campaña y restaurar la confianza en el sistema político.
El triunfo laborista en Inglaterra también tiene implicaciones significativas para Europa. Con un enfoque más proeuropeo que el de sus predecesores, el nuevo gobierno podría buscar reconstruir relaciones más estrechas con la Unión Europea. Esto podría incluir la renegociación de ciertos aspectos del acuerdo del Brexit o la participación en iniciativas europeas conjuntas en áreas como el cambio climático y la seguridad. La presencia de un gobierno laborista en Inglaterra también podría influir en la política europea más amplia, alentando a otros partidos de izquierda en el continente y contribuyendo a un cambio en el equilibrio de poder dentro de la UE.
Las recientes elecciones en Inglaterra han marcado el fin de una era y el comienzo de un nuevo capítulo en la historia del país. Con un nuevo primer ministro laborista al timón, hay un sentido palpable de cambio y anticipación sobre lo que el futuro puede deparar. Los desafíos son muchos, pero también lo son las oportunidades para construir una Inglaterra más justa, próspera y conectada con el mundo.
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