La noticia cayó como un rayo en el gris cielo berlinés: la coalición que había sostenido al gobierno de Alemania durante estos últimos años, la famosa “coalición semáforo”, se desmoronaba en plena crisis política y económica. La ruptura, que se hizo oficial el mismo día en que Donald Trump fue confirmado como futuro presidente de Estados Unidos, dejó a la mayor economía de Europa tambaleándose y con la necesidad urgente de convocar elecciones anticipadas. El pacto entre socialdemócratas, liberales y verdes, que había dado forma al gobierno de Olaf Scholz, se quebró finalmente por las irreconciliables diferencias sobre cómo enfrentar la crisis económica que lleva tiempo gestándose. Por un lado, el canciller Scholz, líder de los socialdemócratas, propugnaba la continuidad de su política de estímulo a través del endeudamiento; del otro, los liberales, con un enfoque fiscal más rígido, defendían que el ajuste debía recaer en la reducción del gasto social. La tensión se volvió insostenible, y lo que había sido un delicado equilibrio se transformó en un naufragio político.
Para entender la dimensión de la crisis y lo que implica la convocatoria a elecciones anticipadas, es esencial conocer el funcionamiento del sistema parlamentario alemán. Alemania es una democracia parlamentaria donde el Bundestag, la cámara baja del parlamento, juega un papel central en la elección del canciller. El gobierno se forma mediante coaliciones entre partidos, dado que rara vez un partido alcanza la mayoría absoluta. Cuando una coalición se rompe y el canciller pierde el apoyo de la mayoría, la estabilidad gubernamental se resquebraja. En tales circunstancias, el procedimiento puede llevar a la renuncia del canciller o a la disolución del parlamento y la convocatoria a nuevas elecciones. Esta es la situación actual en Alemania: un vacío de poder que obliga a una carrera contra el tiempo para organizar unos comicios en febrero de 2025, con una sociedad dividida y una Europa que observa con preocupación.
La coalición semáforo, bautizada así por los colores de sus partidos (rojo para los socialdemócratas, amarillo para los liberales y verde para Los Verdes), había surgido como una alianza ambiciosa que prometía modernizar a Alemania tras los años de gobierno de Angela Merkel. Sin embargo, las grietas comenzaron a mostrarse con el paso de la pandemia y, más tarde, con las consecuencias económicas de la guerra en Ucrania. El enfrentamiento con Rusia y el apoyo decidido a Ucrania provocaron un gasto que Alemania no había previsto. Scholz, firme en su postura de no dar un paso atrás ante la agresión rusa, priorizó el financiamiento de la ayuda y la defensa, lo que empujó al país a un endeudamiento creciente. Pero para los liberales, liderados por Christian Lindner, este era un camino insostenible. La pandemia ya había dejado un agujero en las finanzas públicas, y la guerra sólo lo ensanchó.
Alemania, durante décadas símbolo de prosperidad y liderazgo en Europa, se encuentra ahora enfrentando un agotamiento de su modelo económico. La pandemia, que afectó severamente a su industria exportadora, y la crisis energética derivada de la dependencia del gas ruso, hicieron temblar sus cimientos. La estrategia de apoyar a Ucrania fue otro factor que desestabilizó el escenario económico y político. La población alemana, acostumbrada a un alto nivel de vida, comenzó a sentir el peso de la inflación, el alza en el costo de la energía y unos salarios que no acompañaban el ritmo de los precios. Esta frustración se materializó en las elecciones regionales de septiembre de 2024, donde los partidos de extrema derecha capitalizaron el descontento y lograron un avance sin precedentes.
Es probable que el próximo gobierno de Alemania sea una coalición entre la CDU (Unión Demócrata Cristiana) y el SPD (Partido Socialdemócrata), similar a la que mantuvo a Angela Merkel como canciller durante sus años de gobierno. Sin embargo, esta vez, la coalición podría inclinarse más hacia una postura de derecha conservadora, lo que supondría un desafío aún mayor para Olaf Scholz y los sectores progresistas de su partido. Con la fecha del 23 de febrero marcada en el calendario, los partidos se preparan para una campaña que promete ser feroz. Los Verdes, liderados por Robert Habeck, se enfrentan a una caída en su popularidad. Aunque fueron parte de la coalición semáforo, a menudo actuaron como meros espectadores de las luchas internas entre socialdemócratas y liberales, lo que ha erosionado su apoyo. El acuerdo sobre la fecha de las elecciones fue en sí mismo una prueba de las dificultades que enfrenta Alemania. La organización de los comicios en un período tan corto añade más incertidumbre, y la fragmentación política complica la posibilidad de una mayoría clara. Con la CDU ganando terreno tras el desgaste del gobierno actual y el SPD buscando cómo reconstruir su imagen tras la ruptura de la coalición, el panorama se presenta incierto y tenso. La pregunta en el aire es: ¿quién podrá formar un gobierno estable en medio de la tormenta? Y, más importante aún, ¿cómo será ese gobierno en términos de política interna y externa en un contexto europeo y global tan complejo?
Lo que sucede en Alemania no se queda en sus fronteras. La inminente victoria de Rusia en la guerra en Ucrania refuerza la percepción de que Europa necesita un liderazgo fuerte. Con Trump confirmado como próximo presidente de Estados Unidos, la relación transatlántica podría sufrir un distanciamiento, y Alemania, tradicionalmente un puente entre Europa y Estados Unidos, se encuentra ahora debilitada. El avance de las extremas derechas, tanto en Europa como a nivel mundial, es otro factor que enciende las alarmas. Alemania, cuya historia reciente está marcada por el rechazo al extremismo, ve con preocupación el crecimiento de partidos como AfD, que han encontrado eco en un electorado frustrado por la situación económica.
La crisis en Alemania es más que un simple episodio político; es la verificación de que todo un sistema está en juego. Reconocer esta situación implica replantear las bases sobre las que se construye el liderazgo en Europa. La búsqueda de soluciones sociales que no abandonen los principios de solidaridad y protección construidos tras la Segunda Guerra Mundial es más urgente que nunca. Alemania y Europa deben reencontrar un camino que les permita responder a los desafíos actuales con firmeza y cohesión.
Comments