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Foto del escritorAdrián Brizuela

En crisis y con violencia en ascenso, crecen las extremas alemanas.

En la danza de las elecciones regionales que se están desarrollando en Alemania este septiembre, la tendencia establecida en los comicios europeos de junio se ha confirmado de manera alarmante. El partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) se ha consolidado como la fuerza más votada en estos comicios, superando a los rivales tradicionales y convirtiéndose en un fenómeno sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial. Nunca antes una fuerza de extrema derecha había ganado una elección en Alemania desde el final del conflicto mundial y la caída del nazismo.


Los líderes de la AFD, Alice Weidel, y Tino Chrupalla (elcorreo.com)


Las elecciones regionales comenzaron el 1 de septiembre con las votaciones en Sajonia y Turingia y continuarán con las que se celebrarán en Brandenburg, otro estado donde la AfD también lidera la mayoría de las encuestas. Estos comicios ofrecen a los ciudadanos la oportunidad de elegir a los representantes de los parlamentos estatales, responsables de áreas clave como educación, transporte y asuntos regionales. El voto no es obligatorio.


En las elecciones de Sajonia y Turingia, la AfD obtuvo el doble de votos que los partidos que conforman la coalición que gobierna Alemania: el SPD, los Verdes y los Liberales. La participación electoral ha superado las expectativas, sugiriendo una posible configuración de gobierno en algunos distritos donde la extrema derecha tiene una fuerte presencia. La posibilidad de que la AfD o el partido de extrema izquierda conformen un gobierno en estos estados está en el aire, dependiendo de la composición final del parlamento regional y las alianzas que se formen. Tras los resultados de la primera fecha en Sajonia y Turingia, la presidenta de la AfD, Alice Weidel, exigió la renuncia del gobierno federal, subrayando la creciente presión que el partido ejerce sobre la política alemana.




La AfD, fundada en 2013 como una respuesta a la política de la eurozona, ha evolucionado hacia una fuerza política que se asocia estrechamente con el nacionalismo y el populismo. Su relación con el fascismo y el nazismo ha sido un tema de preocupación, aunque el partido se distancia formalmente de estas ideologías. Sus propuestas se centran en una política económica que prioriza la protección de la industria nacional y el rechazo a la globalización. En política exterior, la AfD ha adoptado una postura crítica hacia la Guerra en Ucrania, apoyando una mayor aproximación a Rusia. En los estados que han sido parte de la antigua Alemania Democrática, la AfD encuentra un terreno fértil debido al sentimiento más pro-ruso que predomina en estas regiones.


Pero no todas las luces fueron para la extrema derecha y un nuevo actor ha emergido con fuerza. La Alianza Sahra Wagenknecht (BSW) es un partido populista de izquierda que ha conseguido resultados de dos dígitos en esta primera justa electoral. Fundado este año por exmiembros del partido 'La Izquierda', la BSW, cuyo nombre completo es 'Alianza Sahra Wagenknecht por la Razón y la Justicia', se está posicionando como un contendiente serio para las elecciones generales alemanas de 2025. La formación defiende una política de retirada de armas al Gobierno de Zelenski y aboga por un acuerdo negociado en el conflicto entre Rusia y Ucrania, alineándose así con un sentimiento creciente en Alemania, especialmente en las regiones orientales más afectadas por la crisis económica provocada por la invasión. Las posiciones políticas de la BSW incluyen más restricciones a la inmigración, un plan de desglobalización y una oposición a la política verde, propuestas que reflejan una postura crítica hacia el capitalismo y las políticas actuales.


Los partidos tradicionales y aquellos que forman el gobierno a nivel nacional, como la CDU y el SPD, han visto cómo su influencia se desploma, un fenómeno que ya se había manifestado en las elecciones europeas previas. Esta pérdida de apoyo se produce en un contexto de estancamiento económico. Alemania terminó 2023 con un crecimiento negativo, y las perspectivas para 2024 no son alentadoras. La inflación alta, la crisis energética y la reducción del consumo interno y de las exportaciones han contribuido a este estancamiento. Las previsiones para 2024 son pesimistas, con estimaciones de crecimiento por debajo del 1%. La recesión y el aumento de los precios de la energía han deteriorado la calidad de vida de los ciudadanos, alimentando un clima de descontento que beneficia a las fuerzas extremas.


La guerra en Ucrania ha añadido una capa adicional de complejidad al panorama europeo. El objetivo de Europa, al apoyar y financiar la estrategia de Estados Unidos, era aislar a Rusia y generar problemas económicos para el país a través de sanciones. Además, tanto Europa como Estados Unidos consideran a China el adversario final, y enfrentar a Rusia se ha visto como una forma de minar el camino del gigante asiático. Sin embargo, la economía rusa no se ha detenido, mientras que Europa ha enfrentado numerosos problemas económicos, exacerbados por la inflación alta y la crisis energética.


Mientras se escribe esta nota, el Canciller Alemán Olaf Scholz ha declarado que ha llegado el momento de ponerle un final pacífico al conflicto entre Rusia y Ucrania, reflejando una creciente presión para abordar los problemas que el conflicto ha exacerbado en Europa.


Otro tema crucial en las recientes elecciones regionales ha sido la cuestión migratoria, ya que los partidos que están triunfando proponen cerrar el país a la llegada de extranjeros, alegando razones económicas y de identidad cultural. Este debate se desarrolla en un contexto cada vez más marcado por hechos de violencia de índole religiosa o racial. Recientemente, un ataque con cuchillo durante un festival en Solingen, que dejó tres personas muertas y ocho heridas, fue reivindicado por la organización terrorista Estado Islámico. Este trágico evento llevó al gobierno nacional a adoptar una postura más dura, con medidas más estrictas contra la migración ilegal y una política más restrictiva en la concesión de asilo político. A estos hechos se suman otros incidentes recientes. La semana pasada, la policía alemana mató a un hombre que abrió fuego en Múnich, cerca del consulado general de Israel y un centro de documentación, y un individuo de 29 años fue detenido tras intentar atacar con un machete una comisaría en Linz am Rhein el 6 de septiembre. Estos episodios han intensificado el debate sobre seguridad y migración, beneficiando a los partidos que exigen restricciones más severas.


En este contexto, se plantea una disyuntiva crítica: mantener un cordón sanitario para evitar que la extrema derecha acceda al poder o enfrentar los problemas estructurales que han generado descontento y han impulsado el ascenso de estas fuerzas políticas extremas. La incapacidad de los partidos tradicionales para reconocer y abordar las contradicciones del modelo de país imperante ha contribuido al crecimiento de los partidos de extrema. Los partidos gobernantes han recaído reiteradamente en acusar a sus críticos de extremistas, facilitando así la expansión de las posiciones más radicales.


El avance de la extrema derecha en Alemania no es simplemente un fenómeno electoral, sino un reflejo de una crisis más profunda que afecta a la política, la economía y la sociedad del país. La situación exige una reflexión seria y una estrategia política que pueda enfrentar los desafíos que están transformando el paisaje político europeo.

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