A medida que la investigación avanzaba, el presidente ruso Vladimir Putin admitió que la principal hipótesis es que el atentado terrorista del viernes pasado en el centro comercial Crocus de Moscú, que dejó 139 muertos, fue realizado por la organización Estado Islámico. De todas formas, Putin insistió en que la responsabilidad intelectual del ataque incluía a los gobiernos de Ucrania y Estados Unidos.
Además de la complejidad que un atentado terrorista en la capital rusa agrega a la Guerra en Ucrania y a la situación en toda Europa, se hace evidente que el terrorismo religioso no es un tema resuelto y que atraviesa a todos los protagonistas, y no tanto, del tablero político mundial.
El ataque ocurrió el viernes 23 cerca de las 8 de la noche, durante el Ramadán árabe, que es un mes de reflexión y solidaridad practicado por la mayoría de los musulmanes religiosos en todo el mundo. Mientras cerca de seis mil personas esperaban los minutos que faltaban para el inicio de un concierto de la banda clásica de rock ruso Pik Nik, un grupo de hombres vestidos de fajina llegó al lugar y comenzó a disparar con armas automáticas y arrojar granadas en el interior del edificio, lo que provocó decenas de muertos y un centenar de heridos.
No es la primera vez que Estado Islámico, más precisamente la facción denominada ISIS K, ataca objetivos rusos. Esta organización es responsable de la voladura de la embajada rusa en Kabul, Afganistán en 2022, y es la misma que en 2015 voló un avión de pasajeros que volvía de Egipto a Moscú, asesinando a más de 200 personas entre pasajeros y tripulación. Fue en ese año cuando ISIS le declaró la guerra a Rusia por su protección al gobierno sirio del presidente Bashar al Asad.
El atentado del viernes pasado en Crocus es el peor sufrido por el pueblo de la ciudad de Moscú. Entre los antecedentes se destaca la explosión de una bomba en un edificio de ocho pisos en el sureste de la ciudad que provocó la muerte de 118 personas y que el gobierno ruso atribuyó a terroristas separatistas de la república musulmana de Chechenia, en el norte del Cáucaso. Otro incidente fue en 2002 cuando más de 800 personas fueron tomadas como rehenes por rebeldes chechenos durante un musical en el teatro Dubrovka, que terminó luego de un enfrentamiento de tres noches con 130 rehenes muertos.
El expediente judicial del ataque del viernes pasado ya cuenta con once detenidos. Cuatro de los apresados son del grupo ejecutor y dos ya confesaron haber participado del hecho y agregaron que fueron reclutados por el ISIS a través de grupos de Instagram. Ambos tienen domicilio en Moscú y no registran antecedentes en terrorismo.
El único dato oficial que apoya la teoría de Putin, de que el atentado está relacionado con Ucrania, es que ese país es la dirección que tomaron los terroristas cuando quisieron escapar de Moscú. Por otro lado, el presidente ruso Volodomir Zelenski acusó a Rusia de producir un auto atentado para acusar a Ucrania e incrementar el ataque a su país. Pero es poco probable porque Rusia ya venía incrementando su ataque, con bombardeos a la ciudad de Kiev en los últimos días.
Estado Islámico (ISIS) se une a otras organizaciones yihadistas que tienen una posición religiosa extrema y que justifican el uso de la violencia para defender e imponer esa posición. La amenaza que significa el uso de la violencia por cuestiones religiosas se magnifica cuando se le suma el entrenamiento, las armas y el apoyo financiero que, durante los diferentes conflictos políticos producidos en Asia Central y Medio Oriente, fueron brindados por las potencias occidentales para promover sus propios intereses.
El ataque terrorista en Moscú se suma a los motivos que Rusia y Europa tienen para terminar la guerra en Ucrania y definir una nueva política de seguridad. El terrorismo religioso es un problema que atraviesa todas las ideologías políticas, al igual que el narcotráfico, los paraísos fiscales y la cuestión ambiental. Se deben abandonar la doble moral y el sesgo ideológico para encontrar soluciones a estos problemas.
Foto de huffingtonpost.es
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